miércoles, 14 de diciembre de 2011

Pasiones Euripideas


Una vez conocí una mujer bendita por Cipris, la amante de Marte.

Tenía cabellos rojos como un fuego de ocaso
y su pasión acercaba tanto a la vida que parecía la muerte
la Diosa le dió sus dones, amor incansable,
labios tentadores como las frutas de verano
cuerpo incansable, joven y lozano,
y por qué no, algunas flechas, del mortífero Eros, Señor del Mundo.

Con sutileza y sin palabras, seduce como un perfume
no recuerdas si fue el cuerpo o el alma lo que hacía espume
es un dulce veneno
de mi boca despegándose
como mis dedos buscan tentarle

Bendita por Cipris! soldado de Eros!
no tengo ojos ni peros
que resistan la sutileza
de esas flechas
que hunden reinos y dioses
por igual y sin final

U
na vez conocí una mujer, bendita por Cipris, la amante de Marte,
y esposa de Hefesto, el forjador,
fuerte como la Muerte es el Amor,
conquistador y destructor
de vidas

No toques lo desconocido
fulgor perdido
en un aroma dulce
de labios rojos como Circe
la encantadora

Oh aliento sin final
que cubres mi boca y abres mi espíritu
fatal como sus labios
y su mirada abismal

Me lanzo como a Cocitos
como un condenado al abismo
haciendo un cisma
entre profano y bendito
¿quien resiste
esta dulce miel,
tan profunda llamada
andando como una llamarada
en alma y piel?

Los dedos desean recorrerle
los labios amarle
unos centímetros de adoración
a gemidos dedicarle una jadeante canción

Y una espada, fulgurante brillo,
levanta el vuelo de mis dispersas luces
tras el cortinar yo chillo
ilusiones rotas y partidas cruces
cayendo así voy de bruces
por un camino de soledad
debilidad
y arrepentimiento

¡A mí, Bóreas!
hunde mi barco y mis pasiones espúreas
no soy quien para acostarme
con quienes seducen
a los dioses

Qué tan poderosos los dones
de Cipris aúrea conquistadora
y si sus ojos remolones
conquistan mi voluntad
como una cobra del Egipto
es porque ¡ay, mi alma es un trapo
al lado de la Diosa!
ni el Señor del Rayo y el Cielo
puede evadir sus flechas
¿quien soy yo para escaparme
por las derechas?

Camino por un camino tan dulce
como amargo,
tan celestial como infernal,
tan ardiente como es frío,
tan bello como monstruoso,
tan excitante como perverso,

Y si cargara a través del puente
cruzando del otro lado
¿con qué rostro veré
mi alma cobarde?
Permaneceré
donde las flores crecen
y son húmedas
de carne.


L.



Cipris, devuélveme mi amada que está al otro lado del mar...
O no volveré a honrarte.