martes, 25 de junio de 2013

El sentido de la vida

Como escribía sagazmente Orwell, somos todos iguales, pero algunos somos más iguales que otros, para referirse a la hipocresía de quienes dicen estar en relación de igualdad con los "de abajo" y sin embargo, aseguran privilegios para sí, y a sus "iguales" inferiores se los prohíben.

Pero como, sagazmente, dijo una persona que conozco, estas cosas suceden sólo si los de abajo permitimos que sucedan. El miedo es nuestro peor enemigo, más aún cuando deviene en costumbre: se transforma en cobardía.

Hay una forma de vencer el miedo para siempre. Asumir la muerte propia, meditar sobre la muerte inminente de uno a diario. Así las cosas adquieren su justa proporción, y su verdadero cariz: son meramente pasajeras, nada es para siempre, ni nada es demasiado grave para un "condenado" a muerte.

Quien asume su muerte, asume la realidad, quien asume la realidad, no está dispuesto a soportar ninguna injusticia, y no teme a las consecuencias. ¿Acaso pueden ser peores que la muerte? Nunca. Sólo una cosa puede ser peor que la muerte: La injusticia. Y cuando la injusticia deviene en costumbre, se transforma en falta de dignidad, tanto de quien aplasta esa dignidad, y tanto aún más del que permite que se la aplasten.

En conclusión, hay que luchar contra la injusticia, como hoy luchan los ilusos cuando ven la muerte cerca: Como desesperados, dispuestos a todo, a lo que sea, para evitarla. Nunca la podrán evitar. Pero la injusticia si puede ser evitada, si puede ser combatida, y quien la traspone al lado de la muerte, gana el atributo de combatir la injusticia con una inusitada e incansable ferocidad.

Luchar contra la injusticia, sin embargo, cuando devino en cobardía generalizada, es alterar un orden de beneficiados: Los cobardes se benefician de la paz, ya que temen el conflicto, y los indignos se benefician de utilizar a los demás para sus propios fines. Por ello el gran Nietzsche escribió que quien lucha por la justicia es un solitario, si no lo era ya, devendrá en solitario. Pero también escribió que luego de haber sufrido el desprecio, la marginación, y quizás hasta inclusive, destinos peores que la destrucción, la justicia le seguirá detrás, cojeando, y con ella, digo yo, el destino de los Justos y aquellas glorias innominadas, de las que la humanidad no tiene registro, pero que se llevan en el alma hasta el fin de los tiempos.