miércoles, 9 de enero de 2013

FRAU



 Tal es la belleza y armonía de su ser. Mirada intensa, cuerpo trabajo y armonioso, voz dulce y profunda, y el porte de una emperatriz coronada por Cipris Argentínide.

 Sus labios invitan al deseo, y al entrecerrar sus ojos y esbozar una sonrisa lúbrica, donde éstos se adelantan, la saliva arde en la boca y las ansias de morder aquellos labios son un desafío poderoso a la caballerosidad.

 Y cuando se enciende en llamas, es una sinfonía cuya orquesta es cada punto de su cuerpo, su aliento de miel acompaña su música, y su suavidad no tiene comparación con nada animado o inanimado. Quizás su piel sea divina, hipnótica, calienta tanto el cuerpo como el alma. La palabra ´Tersa´ es impotente y pequeña al lado de su piel, donde anidan incontables galaxias y acaso infinitos sueños.

 Su mano vigorosa acompaña el perfume ambarino de su cuerpo y su cabello, tenaz en el arte, y en el amor, la caricia de su mano es cual el amanecer sobre una flor. ¡Ay si esa mano se posa en tu pecho! Sin penetrar tu piel, se lleva tu corazón, tu alma, tu voluntad. Será tu dueña con un sólo una caricia, y sólo el Todopoderoso, en Sí Mismo Loado, puede refrenarte de caer en su esclavitud.

 Sus besos van más allá de lo eterno, el Infinito frunce el ceño, y Cronos detiene sus dientes. Sus besos son savia, sangre, fruto, elevación; en la textura de sus labios están inscritos los cuatro elementos: En el idioma primero, voluble como el fuego; elevado, omnipresente como el aire; duro y fértil como la tierra; profundo y completo como el agua oceánica.

 Y su corazón, duro, a veces negro, y por siempre inmisericorde, oculta un secreto vacío y de soledad.

 En ella está el sentirse vivo, completo, total. En ella están los aullidos de la muerte y la ambrosía de lo divino. 

En ella todo es placer y perdición, y la ambición de un amor eterno y puro.


L.