miércoles, 14 de marzo de 2012


Dejé el mundo por un beso y volví a él inconfeso manchado de pecado y alegría violando mi alma hasta el final del día, mi conciencia, turbulenta y satisfecha, se regodeaba de mi culpa: Un dolor que me hace sentir vivo.

Sí, te besé Afrodita, y que me persigan Ares y Hefesto, poco me vale su ira: Yo sé cantar si toca Apolo la cítara. Agarraré el trasero de Dionisio y me burlaré de las bacantes, todo lo puede el vino.

Nací para ser irreverente y hacer siempre lo peor que pueda, particularmente cuanto me perjudica.
En realidad, nada puede realmente herirme, es la muerte la sal de la vida, y nada permanece, ¿qué importa si vivo o muero, si decaigo o prospero, si soy una ruina andante o un éxito rampante? omnia nihil est.

Te sigo Dionisio, la sabiduría de Sileno me place, burlarme de los dioses es un camino santo, recordarle al mundo que posee un alma, y que lo efímero de su vida los vuelve más locos de lo que yo jamás podré estarlo, es lo que me llena de dicha.

¿Puede y quiere tocarme la Culpa? ¿Quieren venir las Erinis por mí?
Ven Hades, me beberé completo el Leteo con una sonrisa imborrable. Ni el olvido puede borrar el caos inscrito en mi corazón.

L.

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